Anoche, abriste tu boca
humedeciste tus dedos con esa tu tinta verde
y desnudaste mi cuerpo,
escribiste en mis nalgas
con ternura-violenta
la verdad que hay en tus ojos,
y me regalaste la flor de tu sonrisa
que colocaste adornando mi cabeza.
Yo, pálida, pero no fría
busqué entre mis piernas y
humedecí mis ojos pintando
una sonrisa en la serenidad de tu pecho,
abriendo las mariposas de mi boca.
Desde ese día, tú me das la contundencia de tu paz,
yo te doy la apertura de la mía.
La Pululante
No hay comentarios:
Publicar un comentario