Sufrir la metaformoseada
para muchos puede ser un ejercicio estúpido de incapacidad,
pero no creo existan más caminos
que convulsionar el polvo
en mil pájaros hambrientos
de ventanas sin almohadas
y de vértigos azules.
Para muchos, es inútil resbalarse en la lágrima,
no creo exista otro mar
para transformar el vientre
y convertirlo en roja estrella.
Transformarse en fuego o flor,
en pitaya o jocote de marañón,
puede no necesitar aire continuo
cargado de coherencia y serenidad
pero sí de torrentes de árboles
poblados de risa,
la risa,
esa risa…
mi garganta se convirtió en mis ojos
y mis ojos en mis manos,
mi corazón en oídos, de los que escuchan
y mis oídos en vientre, cargado de tambores,
chirimías y chinchines.
Desde entonces, todo es diferente,
cultivando el tiempo de tu metamorfosis.