miércoles, 30 de septiembre de 2015

Vete

Y quien conociera como yo el eco de tu vómito al atardecer, con la convulsión de los días en la desesperanza de tu renuncia a lo posible… vaya manera de morir cotidianamente sin mediar palabra con la puesta del sol, con el canto de las uñas cuando gritan tu nombre a la orilla del precipicio, colgada de la ventana.

Toda silueta de luz e ilusión partida en la imprudencia de tus ojos al abandonar los días, cerrarlos como quien cierra el libro de las mentiras más bellas, caer desde la cornisa hasta el borde del camino sin gracia alguna, más que la de tu cabello moverse con tus manos, con tu lengua que no buscan el abrazo de la certeza sino lo dulce de lo efímero.

Vete pues, de allá de donde vienes, donde no hay más historia que un pequeño roce sin la oscuridad de lo profundo.

vR. 30 del simple septiembre del 2015

lunes, 14 de septiembre de 2015

Nuestra historia de amor


La idea náufraga de la libertad

Las libélulas muertas en medio del mar

El caos en tu pecho al despertar

La lujuria de tus necesidades sin extirpar

La lluvia lejana de tu llanto silencioso

La poesía de tus pies al borde del precipicio

La locura revuelta en el fondo de la taza de café

La escalonada manera de decir adiós

El escupitajo de flores al borde de tu sillón

La manía de tus ojos por huir al espejo

Tu mano imperiosa buscando celoseda para ahorcar

Mi boca gritando silencio para caminar.

vR/septiembre 2015

Invitación


A Simón Pedroza

Tu hambre trágica de carne viva despierta mis soledades, pájaro del viento
la pericia de tus manos para dibujar en el desierto
y secar hojas al borde de la locura
para pintar cuentos, surtidor de piedras que se cuelgan de los árboles.

Es gracioso, ayer te soñé despierta y yo que jugaba cincos con mis lágrimas
te inventé en los agujeros de la tierra y recostada en el silencio,
acaricié cada uno de los recovecos de tu recuerdo
para decirte que te quiero con el querer de siempre, con mis brazos de siempre.

No tenemos más encuentro que el de la poesía y su magia negra
más que la tristeza y el suicidio imprudente de nuestros dedos, nuestras bocas;
además de la franqueza de nuestras cuchillas
que aman cortar lenguas.

Te convido a un par de víceras, para cuando quieras.

Vr / julio 2015