Boca mía que mueres y renaces
resbalosa desde el abismo
de sus gemidos.
Dios erguido y suculento,
muelo el erizo azul
de tu saliva
que cristalina
se clava sobre mi pecho.
Enciende mis ojos,
amamanta mi espejo,
Esposomío,
dominemos la luna
y sucumbamos en su luz.
La Pululante
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