Nací negra e insolentemente
en el dedo anular de marzo
hace ya muchos siglos.
Mi mamá me adornó la cara
con dos monedas que le quedaban,
me las colocó por ojos:
soy negra con ojos plateados.
Como solo había mar por casa,
no hubo mas remedio
que pegarme unas algas
en las extremidades,
por eso no sé correr,
allí me quedo
batiendo tempestades.
En el inútil esfuerzo por devorar libros
sólo eructé un par de excentricidades:
amo el sudor de las tablas cuando mi voz sacude su polvo
y el eco retumba en las paredes de la cabeza
de los ojos absortos que se lanzan a escucharme.
Por el sol de los días
paso 8 horas, de cubículos ladrillo, paredes cremas
y persianas rosadas…
sí, soy poeta de este mundo, de sus calabozos habituales
allí donde gravitar es un deber
y morir soñando es una obligación;
pero me gusta descolgar las cabezas,
esos hilos de voz delgados atascados de verdad
y ausentes de realidad: burocracia es su nombre,
con la sutil saliva de la palabra negra
bien puesta.
Son varios ya los sin cabeza.
Soy satélite negro de varios soles,
enero, abril, mayo, octubre,
en septiembre uno ya por trascender
somos una constelación repleta
de tecolotes en vuelo.
La espalda se me dibuja como piedra,
allí reposa sagradamente mi nahual
me resguarda y se alarga a mi brazo
en donde vuela colgada mi voz.
Negra me consagró
aquella mañana
en la panza de las ollas con frijoles
y recados,
el hacedor de las letras,
que le gusta trazarme cuentos en las piernas
mientras bailo entre el fuego.
Negra como el silencio adolorido.
Negra como mi pequeña poesía.
Negra como la sal volcánica de mis puertos.
Negra soy yo.
lp.