Fui yo la osada pretenciosa barca sin mástil,
desesperada por ahogarme en la tempestad del viento hecho marea; he sido yo el
salto inútil hacia un vacío blanco, lleno de peces.
Había simplemente olvidado nuestra muerte permanente
golpeándonos la soledad, la respiración vacía llena de humo y los huesos
tullidos de gérmenes convertidos en tontos sueños.
Ilusa de mí, ilusa.
Millonaria cargadora de horas perpendiculares que
esconden la espera entre las piernas de la selva húmeda tropical. Vertiginosa
grieta de caudales medicinales para curar las sombras y sobrevolar desvaríos,
para morder demonios y escupir.
Muere, como hace muchos siglos en el centro del
hambre, muere porque no sabemos de qué otra manera vivir. Yo me acostaré entre
las hierbas y esperaré el sol de la media noche, para repetir entre mis manos
tu nombre.
Vr/abril 2014.