Quisiera que el enojo fuera un terrón de azúcar devorándose mi té,
vaya tontería… remojar mis ojos y verter mi hambre sobre tu cabeza,
amontonada por mi necedad.
Soy un martirio.
Las almohadas me abrazan tortuosamente
y tu aliento frío me arrulla hasta el amanecer;
los pájaros fueron acumulando sus gritos en nuestra ventana.
Hoy es un día gris.
Debería ser un engendro de lucidez
y solo soy un agujero negro de necesidades,
una casa llena de arañas pesadas de polvo.
Vos, el único habitante.
De desayuno llanto y palabra, alta o baja,
no habrá comida para el medio día,
es posible que para el atardecer cabemos nuestra tumba.
Yo la tuya.
Tú la mía.
lp.
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