lunes, 18 de julio de 2011

Lloro,
cuando las manos de tus palabras
aprietan fuertemente mis piernas pálidas,
gordos tablones de palo blanco
y su mielita adorna
la figura de tu lengua afilada.

Es verdad que no construí casa
con mis astillas,
apenas un fogón poblado de recado
y posillo de miedos calientes
sobre las brazas.

Cenizo se me tornó el pelo
desde aquel día que me fui y no volví.
Cenizo mi recuerdo colgado en las orillas
de las tejas, en este corredor silente
lleno del humo de tus sueños
que me hace llorar, una y otra vez.

lp.

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