La lluvia se llevó toda el hambre de la tierra,
nos dejó una arenilla imprudente ardiendo
entre los dedos.
Ayer fue ceniza,
hoy una caótica tumba
enfocada en el centro de la humanidad,
como tributo de la estupidez
con posdata especial
para el olvido.
Así nos quedan los ojos
entre lamentos idiotas,
entre lágrimas de mentiras
sin escribir,
sin mover un dedo,
sin proferir poesía.
No tengo miedo,
siempre hemos muerto de hambre.
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