miércoles, 11 de agosto de 2010

El último día de mi yo rota


En el espejo, el vacío se apoderó de mí,
todo lo que hubiese alguna vez
amado, soñado o deseado,
estaba ahorcado en el fondo de mis pupilas;
al lado, el cuadro WEED y la pulsera que te regalé
sonreía colgada de un hilo, carcajeaba.

Mi consciente yacía a mis pies, siempre fríos,
con los ojos nublados.
No quise revivirlo pues podía convertirse
de nuevo en mi asesino.
Opté por cerrarle la puerta.

Hoy soy un demonio ausente,
aletargado, un tanto perdido
que le duele todo,
sobre todo respirar,
respirar lo perdido.

La ausencia es solo el laberinto azul
de tus promesas
del que no puedo salir...
Andrea, el mar, la paz...
simples augurios
que ya no tengo voz para llamar;
grité tanto
que me desagarré el sentido.

Me siento parsimónica a tus pies,
parca, fría, distante
sin poderte responder por qué me cansé
sin poder darte explicación de mi
ridícula exposición
sin eco, sin aplauso, ni despedida.

Yo sólo quería mirarme reflejada en tus ojos.



La Pululante

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