miércoles, 11 de abril de 2018

Desnudez


He sido una tumba desde que te conozco. Aquella noche de diciembre, yo desesperada entre el frío para fumarme el fastidio. Una maraña de cuervos se desprendía de tu cabeza. Tus gestos de desinterés, tu fastidio compartido.

Entre mi tormento te visualicé moviendo tus manos, e hipnotizada me secuestré a mí misma, sin dar tiempo de adioses conmovedores.

Ella se fue. Ella se fue tras él. Ella se fue tras él para ser libre.

Cada vez que te encuentro me desnudo, no tengo esquinas.

Siempre he callado este amor-contemplación que te tengo. Pero insolente, me brota la alegría, cuando te veo. Mis pájaros vuelan, mi muerte se reanima.
 
En vos también hay una tumba.

Noviembre/2016

miércoles, 5 de octubre de 2016

Tibio Pecado


No puedo concebir el tiempo que se ha perdido en el viento de los atardeceres, me abruma la ausencia completa de los sentidos ahogados en el desvarío del sol muriendo. Usted sabe que aquí se suda un poco, bajo esta oscuridad se piensa de más, se escabulle uno en otras ideas. Algunas limpias y otras que no tanto se perdonan. Aquí de bajo se sopla el calor. Y uno engullido entre aquellos ojos de sol no hace más que dormir, dormir despierto.
 
Después de algunas horas se imagina uno acariciando aquella calidez, aquella blancura, aquellos soles húmedos y tibios entre mis manos, imagínelo usted. Esa sonrisa sollozada me hace delirar, yo puedo ser artífice de más sonidos como aquellos, míos, para mí.
 
La humedad no me deja dormir, me cuesta respirar mientras logro acorralar sus ojos asustados y aprieto su pecho plano, sus dulces ojos silenciados por el dolor y por la vergüenza. Debajo de la sotana hace mucho calor.

vRamos/octubre 2016

lunes, 5 de septiembre de 2016


Él que golpea insistente al martillo
para que éste le devuelva, en su parca poesía,
el viento roto con la boca abierta,
su llaga en llamas.

No hay silencio más letal
que el que se da cuando el dolor
empieza a parir el desvarío
y con ello, sus bellas flores de infierno.

Una espiral escupe el fuego
aquella manta inmensa que desgarra el viento
el silencio, el desvarío, el hambre, la muerte.

Bailo en silencio, me sigue pariendo

Bailo la muerte, me sigue escupiendo

Bailo el viento, me sigue comiendo.

El desatino cubre con serpientes
los nidos del deseo y el olvido,
trapecista de la estupidez y el despojo
abrázame antes de morir.

Baila entre mis fauces, mientras se alumbra
la perversidad de mis golpes
bailo… suculento vaivén del asco
abrázame antes de que te mate.

Vramos /septiembre 2016




Cuando tus ojos refugiados en el llanto
buscan jugar a la tristeza
mi pecho paloma invoca con su canto
el llanto que cae del paladar del olvido.

Ni estrella, ni piedra
vos en cambio me diste el infinito blanco de tus ojos
que tiene de sobra tu lujuria.

Niña refugiada en el espasmo de tu odio
un poco de sangre, cuajo de lluvia
estertor de miedos, temblor de hojas
lluvia desierta de cielo
cúmulo de peces aleteando tu saliva.

El tiempo ha sido regocijo
un colibrí preñado de lluvia
un cántaro roto que puebla la luna
en una noche infinita.

Vramos/agosto 2016.

martes, 17 de mayo de 2016

La ventana (monólogo)

Pensé que el desierto no estaba hecho para mí, que el agua era mi reino y que el odio era un invento de cemento para construir infiernos paralelos. En mi reducido universo de compromisos, el amor era una manifestación cotidiana de detalles explosivos, desde abrir los ojos hasta morir de pena por salvar a tu objeto de amor. Abrir los ojos con amor, hacer el café con amor, lavar la ropa con amor, limpiar la casa con amor, trabajar con amor, comprar la comida por amor, pagar las cuentas por amor, prestar dinero por amor, perdonar las faltas por amor. Eso es el amor, todo lo puede, todo lo salva, todo lo transforma.

Odiar a nuestras respectivas madres, era un eslabón más que nos había unido entre nuestras caóticas jornadas de alcohol; terminábamos llorando y moqueando, haciendo el amor semidormidos para gravitar en la convulsión de un te amo entre cortado que partía el aire en veinticuatro palomillas de poesía sin dueño. Dormíamos poco, bebíamos mucho y nunca volvimos a ser los mismos. Cíclope y yo, habíamos traicionado los sueños y juntos nos convertimos en fortaleza contra todo aquello que no nos gustara, el sistema, el consumo y la mentira ajena. Yo era su flecha, su viento, su sangre y como tal, siempre me repetía al espejo: soy flecha, soy viento, soy sangre y te amo. Eso era el amor para mí, aunque los celos se amontonaban al final de las cervezas, los minutos eran contados con precisión y los detalles de mi cuerpo eran inspeccionados uno a uno, así también mis olores.

No tengo presente el momento en que el odio hacia a su madre se convirtió en mi contra y que aquella mujer que tanto odiaba también era yo, en carne y hueso junto a él.
El odio.
El odio se veía en sus ojos y de ser su "negra" pasaba a ser la peor de las "putas" en el menor cambio de viento. El odio. Nosotras las mujeres que amamos, lo de putas nos quedaba como calzón grande, para mí, una ofensa total y absoluta. Sabía que mi anterior desenfado de traiciones me precedían como una mujer de "poco confiar" a la que había que sumarle el descaro y la constante rebeldía criticando el mismo actuar de los hombres ¿cuál era la diferencia? Nadie nunca respondió, especialmente, ningún hombre. Así es que cuando hube de encadenarme a mi propio compromiso de fidelidad, con fe absoluta de redentora, coloqué una soga a mi dedo y decidí que pertenecería a él, sin importar el porvenir de los días, mis piernas de palo blanco serían siempre su soporte en esto que de vida nos quedaba.
 
El odio. Puta, de cabeza a los pies, sin más remedio, puta. Por decir lo que piensas, por maquillarte, por usar tacones, por actriz mentirosa, por coqueta regalada, por reír mas de la cuenta y lo peor, reír a carcajadas. Puta por fumar, por dejar a tus hijas, por revelarte en el momento en que más se necesita de tu silencio para sobrellevar las cargas. Puta, esa era yo, sin remedio. El odio. Así es que sin más, decidí aceptar que era puta, ahora tatuada y perforada, una puta de gran prestigio. Una puta feliz de serlo. Para ese entonces, ya mi amor de puta había sobrevivido una arrastrada por la calle, un diente astillado, una mano cortada, un perro extraviado con intención, un monitor de computadora esquivado, unos cuantos gritos y empujones, pero jamás golpes.
Lo que no perdonaría jamás era la infidelidad, pero como me lo informó el mismo día, lo de infidelidad o no, ya no importaba más y fue entonces que morí. Todo a mi al rededor murió. Así pasaron los meses, mi vientre también murió.
El odio.
Sus dos chasquidos fueron música para mis oídos y mi amor cobraba sentido de nuevo, esta vez, con supuestas limitaciones, pero nunca supe medir nada, especialmente lo que me hacía daño, finalmente tampoco importó.
El odio. Ni mi tiempo, ni mi dinero, ni mis sacrificios, ni mi amor pudieron transformar nada. Cíclope perdió su ojo, la poesía cesó y el miedo se apoderó de mis piernas de palo blanco.

*****
Aquella era una ventana de la cual se encontraban suspendidas dos estrellas inmutables al frío. La roja se convirtió en el centro del mar y la azul se colgó del centro de la boca del mendigo: mi vecino que nunca tuvo azúcar ni paz.

Aquella inexplicable incoherencia amasó los días y los hizo pan de pueblo, tibio y amante de las manos arboledas gigantes de hambre. Transformó la caída del sol en un camino seguro hacia el ombigo de mil noches sin luna, que redonda, perseguía la saliva de los sueños esculpidos en la espalda de las flores.

¿Qué era el miedo sino un invento para quien la fuerza se encuentra en el lado oscuro y perverso de su ojo, qué era el mierdo?

El miedo dejó de ser miedo y la vida cobró sentido desde el polvo.

******

La luz de la mañana entraba por el pequeño espacio que había en el baño. Veía un cuerpo suspendido frente al espejo. Los pies y manos dormían, la boca no podía abrirse. El cuerpo sentía dolor en medio de una tragedia de hambre de amor. Invoqué mi nombre y los ojos se abrieron, eran los míos. Entonces repetí: soy flecha, soy viento, soy sangre y ya no te amo.

Vr/marzo 2014

martes, 8 de diciembre de 2015


Me he vuelto cursi como el amor
con el tiempo, transfiguré a un intento de mujer sublime
y yo que no sé más que partir vísceras
me encuentro abrumada en medio de tanta entraña
de tanta sangre dulce
pariendo amaneceres azules para pintar la sombra de mis días.

vRamos / diciembre 8 de 2015

vos un amor sin cabeza

sin rostro, ni nombre

solo pene

solo sal

solo viento

respirás por la espalda y amás por los pies

libre del viento y sus alas.

Vos que sólo podés sentir la tierra de lejos
 
                                    estudiarla - hasta el cansancio  cansancio cansancio
 
aquella montaña con sus secretos y sus cuencas acurrucadas

un volumen sincronizado para alistar veinte muertes antes de zarpar

hasta mis ojos

largos los espejos y el miedo nos acaricia breve

te observo con la boca tullida de lápices sin letras

y no puedo más que masticarte infinitas hojas vacías

                                                                                                                                   y no puedo más
 
vRamos / noviembre 2014