miércoles, 30 de septiembre de 2015

Vete

Y quien conociera como yo el eco de tu vómito al atardecer, con la convulsión de los días en la desesperanza de tu renuncia a lo posible… vaya manera de morir cotidianamente sin mediar palabra con la puesta del sol, con el canto de las uñas cuando gritan tu nombre a la orilla del precipicio, colgada de la ventana.

Toda silueta de luz e ilusión partida en la imprudencia de tus ojos al abandonar los días, cerrarlos como quien cierra el libro de las mentiras más bellas, caer desde la cornisa hasta el borde del camino sin gracia alguna, más que la de tu cabello moverse con tus manos, con tu lengua que no buscan el abrazo de la certeza sino lo dulce de lo efímero.

Vete pues, de allá de donde vienes, donde no hay más historia que un pequeño roce sin la oscuridad de lo profundo.

vR. 30 del simple septiembre del 2015

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