Pude observarlo con un solo ojo, a través del
cristal que dejó el agujero de la bala. Coleccioné entre mis manos cada uno de
sus gestos de asco al pie de la muerte.
Yo mentí.
Él lloró. Dejó caer su bolsa llena de cincos y
rebotaron todas sus lágrimas por cada una de las noches en que escupió su
nombre y mi historia.
La pesadilla cesó, le advertí, desde el otro
lado del cristal.
Mentí una vez más.
La historia se había repetido como la gota
perenne que rompe las pesadillas y las pinta de realidad. Yo siempre mar. Te
seguí observando.
Advertiste entonces mi mentira. Rompiste el
vidrio. Tengo dos ojos, le dije cerrándolos, esperando el trueno de su ira.
Abrí los ojos y cíclope, para entonces, se había pintado mil ojos en las manos.
Es posible, le advertí de nuevo.
Mentí por última vez.
Abril/21 de 2015.
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