Desde tus ojos he conocido una luna muy grande que me persigue por los días y noches. En el amanecer me besa su canto blanco y por la noche su perfecta figura nada en mi garganta y puedo cantar entonces a las palomillas que reguardan esta luz que sale de mi pecho cuando te da su agua, entres tus manos, morenos guacalitos que dibujan nuevos ríos en mi cuerpo.
Abres brecha, rompes abismos y nacen mares verdes de saliva, inundan mis miedos y se ahogan todos los pasados tan perfectos de ira; yo nazco nueva entre tus piernas, tan imperfecta, tanto, que aún te tanteo.
Entre mis torpezas beso tu universo y me sabe a libertad y como una niña lamo mis manos, juego entre la lluvia de tu pelo, pego mi oreja a tu espalda para cazar los secretos de tu cueva... descubro que mis risas y gemidos aún rebotan en tu pecho.
Callo entonces.
En silencio te contemplo. La luna me ve desde la esquina de la venta y sonríe.
Le di las llaves de mi pequeña prisión. Anoche me besó, me absolvió de mis absurdos delirios y me despeinó mientras lloraba conmigo. Me hice fruta, añeja con destino de árbol de resplandor rojo, guardiana me hizo de este bosque lleno de pájaros y felinos, rojos como yo. Me hizo mujer, la luna me besó y me hizo mujer guerrera y sembró en la planta de mis pies tus ojos para no perder el rumbo.
La luna nos dio un encuentro.
La luna me dio tus ojos.
vR/agosto 2014.
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