Dejando una rosa ando en cada tumba que dejaste abierta,
acaso con el único afán de molestarme,
o quizás,
sin haberlo pensado nunca,
sin haberlo pensado nunca,
pusiste monedas sobre mis ojos para atravesar el umbral de los espejos,
en donde vos y yo existíamos,
sólo entre nosotros sin que nadie sospechara nuestro universo,
que se cerró aquella tarde de octubre,
rojo siempre octubre,
para no abrirse jamás.vR/ febrero 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario