
Yo nací en el ocaso dulce de una noche, cuando recién pintaban las estrellas en el regazo de la luna.
Apenas una luna había pasado y yo había perdido el sentido de respirar, de observar y soñar cada día.
Fulminándome cayó un sable de mentiras que desnudaron solo verdades, mis ojos callaron frente al bullicio del desvarío y no puedo negarlo, lloré como nunca he llorado.
Las ramas salieron de mis hombros, muchas flores en mi sexo y mis ojos y agua corría desde mi boca hasta mi vientre.
Me levanté y sacudí la verde estrella que me alumbraba y mis pies fueron verdes, como mis sueños y mis ganas de vivir.
Abrí el camino de las brumas y atravesé el desierto pintada de verde, soñando que soñaba que el sol me desnudaba y era feliz, con mi cara sin miedo, con mi cara verde.
vR/enero 2010
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